martes, 21 de febrero de 2012

LAS RELIGIONES Y LOS SACRIFICIOS

Fuente: http://www.corazones.org/diccionario/sacrificio.html

Las religiones de los pueblos en torno a los judíos del A.T. solían tener sacrificios humanos. Los egipcios tenían un extenso sistema de sacrificio. Solo el rey y los sacerdotes podían entrar en el santuario donde se preservaban las imágenes de los dioses, a los que diariamente ofrecían alimentos y bebidas que colocaban en la mesa del sacrificio. Al poner la piedra de fundación de un nuevo templo, ofrecían sacrificios humanos (abolidos por Ramassides). Al dios favorito de los egipcios, Ammon-Râ, le hacían numerosas y muy costosas ofrendas. Finalmente la religión egipcia cayó en la adoración de bestias. 

Los cananeos hacían sacrificios en las montañas. El Antiguo Testamento menciona que sacrificaban niños al cruel dios Moloc. Los Fenicios sacrificaban animales pero también hombres y niños a Baal y Astarte. Los animales imperfectos o los enfermos estaban prohibidos. Los sacrificios se realizaban para hacer suplicas o en agradecimiento. Cuando la víctima no se consumía se utilizaba para un banquete con música y baile. 

Para los romanos el objeto del sacrificio era obtener favores o evitar la ira de los dioses. En el panteón romano se unió el culto a las deidades de diversas tierras conquistadas. 

LOS JUDÍOS 
El sistema de sacrificios judío tiene algunas ideas y ritos similares a los de las religiones paganas. Esto no debe ser motivo de escándalo ya que las religiones paganas contienen semillas de verdad que mas tarde debieron ser purificadas de errores gracias a la revelación divina.
La religión revelada no rechaza la religión y la ética natural sino que la purifica de error y las eleva para que cumpla plenamente el plan de Dios. Por ejemplo, la religión oficial judía rechaza los sacrificios humanos (cf. Deuteronomio 12,31; 18,10) que eran frecuentes entre algunos pueblos paganos. La prueba de Abraham (Gen. 22,1s) finaliza con la prohibición del sacrificio de Isaac. Los israelitas consideraban el sacrificio humano como una profanación del nombre de Yahweh (Cf. Levítico 20,1s). Según la ley de Moisés los primogénitos de toda criatura eran sacrificados a Yahweh, pero expresamente hace excepción de los nacidos de mujer que deben ser redimidos y no sacrificados. En su lugar se debía sacrificar un animal. Este concepto de substitución es una referencia metafórica profética al sacrificio de Jesús en la Cruz. El es el Cordero que se inmola para redimirnos. 

Lamentablemente, la influencia del paganismo no desapareció entre los judíos como tampoco ha desaparecido entre los cristianos de hoy. Esa influencia prevaleció desde el reinado de Ajaz hasta el de Josías. Una de las consecuencias fue que se sacrificaron miles de niños al dios Moloc. Otro ejemplo ejemplo de la influencia pagana es el sacrificio que hizo Jefté inmolando a su hija para cumplir una promesa (Cf. Jueces 11,33). Estos casos no fueron motivados por la religión judía sino por influencia pagana. 

El concepto judío de venganza de sangre (cherem), según el cual los impíos y sus pertenencias debían ser exterminados, no está vinculado con el concepto de sacrificio humano ni tampoco está relacionado con el concepto pagano de que Dios tiene sed de sangre humana. Mas bien el cherem se basa en la idea de que los poderes hostiles a Dios deben ser removidos de su camino con castigo de sangre porque El es el Dios de la Vida y de la Muerte. Los enemigos de Yahweh no eran sacrificados sino eliminados de la tierra. (Cristo supera este concepto con su mandamiento de amar a los enemigos). 

Es importante entender que el acto de sacrificar a Dios NO comienza con las religiones paganas sino que se efectuó desde la creación del hombre. Los primeros sacrificios mencionados en la Biblia son los de Caín y Abel (Cf. Gen. 4,3s). En aquellos sacrificios se demuestra que hay sacrificios agradables a Dios y otros que no lo son. A Dios le agradan solo los que se hacen con un corazón puro. Dios mira al corazón. El sacrificio verdadero representa la ofrenda del propio corazón, una disposición de sumisión y confianza que se expresa en total obediencia a Dios. Sin esta disposición del corazón los sacrificios mas bien ofenden a Dios porque son falsos. 

Los patriarcas asociaban al sacrificio el altar y banquetes (Cf. Génesis 12,7s). Desde ese tiempo el sacrificio se vincula especialmente a las grandes alianzas y a las declaraciones de paz. La conclusión del sacrificio del Monte Sinaí también se efectuó con un banquete (Cf. Exodo 24,5s). Posteriormente Moisés elaboró el sistema de sacrificio y en el Pentateuco fijó con exactitud los distintos sacrificios y sus rituales. Como todo el culto mosaico, el sistema de sacrificio está centrado en la llamada del Señor: "Sed santos como yo soy santo" (Cf. Levítico 11,44). 

El animal ofrecido en sacrificio sangriento debía pertenecer a quien los ofrece. Por eso, los judíos solo aceptaban animales domésticos y no peces o animales salvajes (Cf. Levítico 22,19s). El sacrificio de palomas constituye el único caso en que se sacrificaban aves. Esta excepción se concedía a los pobres porque ellos no poseen animales (Levítico 5,7; 12,8). En cuanto a los animales para el sacrificio, había regulaciones en cuanto al sexo, edad y condición que debían tener. El criterio imperante era que solo lo mejor se ofrece a Dios (Cf. Levíticos 22,20s; Malaquías 1,13s). 

El culto mosaico del A.T. incluye sacrificios no sangrientos, ya como añadidura a los sangrientos o bien como sacrificios independientes. Estos generalmente eran pan, aceite, vino o incienso (Cf. Levítico 2,14s; Génesis 28,18; 35,14; Números 28,7,14; Levíticos 6:20 s.; Josefus, "Antiquit.", III, 10,7) 

Los Ritos del Sacrificio Sangriento
El ritual para el sacrificio sangriento es de especial importancia para comprender el concepto del sacrificio judío. Hay cinco acciones que eran comunes a los diferentes sacrificios de los judíos:
1- La presentación de la víctima,
2- La imposición de manos sobre la víctima,
3- Matar la víctima,
4- Rociar la sangre,
5, La quema del sacrificio.

1- Primero se lleva la víctima al altar de los sacrificios quemados situada en el exterior del tabernáculo (del Templo)"ante el Señor" (Exodo 29,42; Levítico 1,5; 3,1; 4,6). 
2- El próximo paso es la imposición de manos por la cual quien sacrificaba transfería a la víctima sus intenciones personales de adoración, acción de gracias, petición y especialmente expiación. Si el sacrificio se ofrecía por toda la comunidad, los ancianos, como representantes del pueblo, realizaban la ceremonia de la imposición de manos (Levítico 4,15). Esta ceremonia se omitía en caso de ciertos sacrificios (primeros frutos, diezmos, el cordero pascual, palomas) y en el caso de sacrificios sangrientos realizados a petición de paganos.
Desde el tiempo de Alejandro Magno también se permitía en el Templo la ofrenda de sacrificios quemados por los gentiles (no judíos). Esto se hacía en reconocimiento de la supremacía de gobernantes extranjeros. Por ejemplo, el Emperador Romano Augusto requería que se ofreciera por el en el Templo la ofrenda quemada de dos corderos y un novillo (Cf. Philo, "Ley. ad Caj.," 10; Josefus, "Contra Ap.", II, vi). La retirada de este permiso al principio de la Guerra Judía se consideró como una rebelión pública contra el gobierno de Roma. (Cf. Josefus, "De bello jud.", II, xvii, 2). 
A la ceremonia de imposición de manos le precedía generalmente la confesión de los pecados (Levíticos 16,21; 5,5s; Números 5,6s), que, según la tradición rabínica, era verbal (Cf. Otho, "Lex rabbin.", 552). 
3- El tercer acto es matar la víctima. Se derrama la sangre en la forma mas completa y rápida posible haciendo un profundo corte en el cuello de la víctima. Como los primeros dos actos, el derramamiento de sangre lo debía hacer quien ofrece el sacrificio (Levítico 1,3s). Solo cuando se ofrecían palomas (tórtolas) era el sacerdote quien las inmolaba (Levítico 1,15). En el período posterior era el sacerdote y los levitas quienes realizaban el acto de inmolar, despellejar y descuartizar los animales mas grandes, Especialmente cuando todo el pueblo ofrecía el sacrificio en las grandes fiestas (2 Crónicas 29,22s). 
4- La verdadera función del sacrificio comenzaba con el cuarto acto, el rociado de la sangre que, según la ley, solo lo podían hacer los sacerdotes (Levítico 1.5; 3.2; 4.5; 2 Crónicas 29,23). Si un laico rociaba la sangre el sacrificio era inválido. (Cf. Mischna Sebachim, II, 1). La tradición judía expresamente designa al sacerdote para derramar la sangre sobre el altar como "la raíz y el principio del sacrificio". La sangre, según el Levítico, es la vida del cuerpo y no se debe comer. Dios nos la da para hacer con ella expiación por el alma sobre el altar. 
Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo mismo les he puesto la sangre sobre el altar, para que les sirva de expiación, ya que la sangre es la que realiza la expiación, en virtud de la vida que hay en ella. -Levítico 17,11 
5-El quinto y último acto, quemar el sacrificio, se realizaba de diferente manera según si se quemaba la víctima entera (holocausto) o solo una porción. Por el altar y el "fuego consumidor" (Deuteronomio 4,24), Yahweh simbólicamente se apropiaba del sacrificio ofrecido. Recordemos, por ejemplo, el sacrificio de Elías. (Cf. Levítico 9,24; Jueces 6,21; 1 Reyes 18,38). 

Diferentes categorías de sacrificio sangriento
1- Holocausto. En primer lugar están los sacrificios quemados. El "sacrificio ascendente" (olah) llamado también "holocausto" porque la víctima completa -- excepto el músculo de la cadera y la piel -- se hace ascender a Dios por el fuego en humo y vapor. Aunque la idea de expiación no se excluía, (Levítico 1,4), el objetivo principal del holocausto es expresar completa sumisión del hombre a Dios. El holocausto es el sacrificio mas antiguo, mas frecuente y mas común. (cf. Génesis 4,4; 8,20; 22,2s.; Job 1,5; 42,8). Debía ser un sacrificio continuo, por lo que se ofrecía dos veces al día, en la mañana y al anochecer (Cf. Exodo 29,38s.; Levítico 6,9s.; Números 28,3s., etc.). Como sacrificio de adoración por excelencia, incluía a todas las formas de sacrificio. 

2- Sacrificios expiatorios. La idea de expiación se expresaba mayormente en los sacrificios expiatorios. Había dos clases: Las ofrendas por pecado y por culpa. La distinción entre estas dos está en que la primera se orientaba hacia la absolución del pecado (expiatio), la segunda se orientaba hacia la restitución del daño cometido (satisfactio). 
La ofrenda por culpas se hacía especialmente por pecados que requieren restitución (cf. Levítico 5,15s.; 6,2s.; Números 5,6 s.). La restitución material se calculaba como una quinta parte mayor que la perdida infligida. Adicionalmente se debía ofrecer un sacrificio de culpa que consistía en sacrificar un carnero el lado norte del altar. La sangre se rociaba en un círculo alrededor del altar en el que se quemaba la grasa; El resto de la carne, como sacrosanta, se la comían los sacerdotes en el lugar sagrado. (Levítico 7,1s.).

3- Una tercera clase de sacrificio eran las "ofrendas de paz" (shelamim) que se sub-dividían en tres clases: el sacrificio de alabanza, el sacrificio en cumplimiento de un voto y ofrendas completamente voluntarias. 

EL SACRIFICIO CRISTIANO
En el cristianismo todo sacrificio se une al Sacrificio que de Cristo: JESUCRISTO se ofrece a si mismo como cordero Pascual, de manera sangrienta en la Cruz una vez para siempre. La Cruz es el sacrificio definitivo que contiene todos los méritos necesarios para la redención de los hombres. Pero para aplicarlos a cada persona, Cristo mismo instituyó el Santo Sacrificio de la Misa, el cual es la continuación no sangrienta y la representación del sacrificio sangriento del Calvario. Se trata de un continuo sacrificio y no de una repetición.
Todos los antiguos sacrificios eran solo un signo del único sacrificio que puede salvarnos: El sacrificio de Jesús. Porque solo El puede reparar ante el Padre como Dios y hombre, ofreciéndole el perfecto sacrificio de amor y obediencia por nuestro desamor y desobediencia. 

El dogma del Sacrificio de la Cruz
El Sínodo de Efeso (431) confirma la fe de las Sagradas Escrituras: El Logos (La Palabra) Encarnado "Se ofreció a si mismo a Dios Padre por nosotros" (Denzinger-Bannwart, "Enchiridion," #122). Este dogma fue explícitamente confirmado en el Concilio de Trento (Ses. XXII. cap. i-ii; can. ii-iv). Si todos los sacrificios del Antiguo Testamento, especialmente los sangrientos, fueron figuras que anticipaban el sacrificio sangriento de la Cruz, y si la idea de expiación vicaria (una víctima se sacrifica en substitución por los pecados de otro) ya estaba presente en los sacrificios sangrientos de la ley Mosaica, entonces se deduce que la muerte de Cristo en la Cruz debe poseer el carácter de sacrificio vicario de expiación. San Pablo desarrolla esta enseñanza en su carta a los Hebreos 8-10
En el Nuevo Testamento, como en el Antiguo, el poder expiatorio del sacrificio está en la sangre de la víctima. Por eso la expiación para el perdón de los pecados se imputa a la Preciosa Sangre de Cristo. No hay, por tanto, nada mas precioso que esta Sangre: 
...Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata,19 sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto,20 predestinado antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes. 21 Por él, ustedes creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y la esperanza de ustedes estén puestas en Dios. (1 Pedro 1,18s.). 
El sacrificio sangriento de la Cruz ocupa el lugar central en la enseñanza de San Pablo (Cf. Romanos 3,25). La Epístola a los Hebreos se refiere a los sacrificios del A.T. para compararlos con el sacrificio de Cristo y ayudarnos a entender su significado: (Heb 9,13s). Mientras los sacrificios sangrientos del Antiguo Testamento eran muchos, variados, ineficaces e inadecuados, el Sacrificio de Cristo en la Cruz es único, plenamente eficaz y adecuado para el perdón de los pecados (Heb.9,28
San Pablo caracteriza la sangrienta muerte de Jesús en la Cruz como una ofrenda por los pecados (Hebreos 10,11-12; 2 Corintios 5,21). En el cielo Cristo ya no se sacrifica mas, pero, por medio de su intercesión sacerdotal, El ofrece continuamente el sacrificio que consumió una vez por todas en la Cruz. (Cf. Hebreos 7,25; Romanos 8,34). 
San Ireneo fue el primero de los Padres en considerar el sacrificio de la Cruz desde el punto de vista de una "satisfacción vicaria" (sacrificio para restituir el daño causado por la culpa de otros). Ireneo enfatizó que solo un Dios-Hombre puede lavar la culpa de Adan; que Cristo de hecho redimió a la humanidad con su Sangre y que ofreció "Su Alma por nuestra alma y su carne por nuestra carne" ("Adv. hær.", V, i, 1, in P. G. VII, 1121).
Cristo ofrece el sacrificio de expiación a Dios Padre y no al Diablo. Cristo nos redime de la esclavitud al Diablo a través de su sacrificio en la Cruz. La falsa teoría de que el rescate por la salvación fue pagado al demonio surgió de una errónea interpretación de Juan 12,31; 14,30; 2 Corintios 4,4; 2 Pedro 2,19. Este error fue rectificado por Gregorio Nacianceno y Juan de Damasco. Quien acepta el sacrificio de la Cruz es el que fue ofendido: Dios, la Trinidad completa, a la que también pertenece Cristo, el Logos. 
Cristo como Dios, junto con el Padre y el Espíritu Santo, aceptó su propio sacrificio en expiación de la ofensa contra Dios. El ofreció vicariamente el mismo sacrificio como Hombre a la Santísima Trinidad. Aunque la coincidencia de las tres funciones: sacerdote, víctima y aceptador en el mismo Cristo constituye un misterio, no contiene contradicción alguna (cf. Agustín, "De civ. Dei", X, xx). 
¿Acaso el sacrificio consistió en el acto de matar a Jesús en la cruz? La respuesta es “NO”. De lo contrario, se tendría que decir que la función del sumo sacerdote en el sacrificio de la Cruz no la ejerció Cristo sino los verdugos. En el sacrificio de Cristo en el Calvario, como en los sacrificios la ley mosaica, la esencia del sacrificio está no en el acto de matar la víctima sino en el acto de rociar la sangre. El Redentor se sometió exteriormente a sus ejecutores mientras estos a la fuerza derramaban su sangre. Pero fue Jesús -no los verdugos- quien ofreció Su Sangre a Dios en espíritu de sacrificio. (Cf. Juan 10,17s.; Hebreos 9,22; 1 Pedro 1,2). 
En el sacrificio de la Cruz Cristo actúa como único sacerdote porque solo El ofrece libremente Su Sangre para ganarnos la redención. Con el sacrificio de la Cruz cesa para siempre la necesidad de hacer sacrificios de animales. Cristo es el Cordero sacrificado cuya eficacia para redimirnos es infinita. 

El CRISTIANO SE OFRECE A SI MISMO EN UNIÓN CON CRISTO AL PADRE 
En el A.T. el sacrificio ya se entiende como un signo externo de la entrega personal y comunitaria a Dios. 
«Ahora estáis enteramente consagrados a Yahveh; acercaos y ofreced víctimas y sacrificios de alabanza en la Casa de Yahveh.» Y la asamblea trajo sacrificios en acción de gracias, y los de corazón generoso, también holocaustos. -II Crónicas 29, 31. 
El evangelio precisa que el amor está por encima de todo y le da valor a todo. El sacrificio que agrada a Dios es nuestro amor que se hace obediencia: 
"amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Marcos 12,33 
"Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad!" Hebreos 10,6-7 
El sacrificio externo debe representar la disposición del corazón al amor de Dios: 
Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. (Mateo 5,23-24) 

CRISTO CABEZA, NOSOTROS SU CUERPO
Al único sacrificio que es Cristo, que ganó ya los méritos de nuestra salvación, cada cristiano necesita unirse con todo su ser. Jesús vino a unirnos a El que es nuestra cabeza. Nosotros somos su cuerpo. El cuerpo debe participar del mismo sacrificio que la cabeza.

"quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo" -I Corintios 11,3 
"Hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra". -Efesios 1,10 
"La Cabeza (Cristo), de la cual todo el Cuerpo, por medio de junturas y ligamentos, recibe nutrición
y cohesión, para realizar su crecimiento en Dios." -Colosenses 2,19

La Santa Misa
Participamos del sacrificio de Cristo principalmente en la celebración de la Santa Misa
Los Protestantes nos acusan de repetir el sacrificio de la Cruz en la Misa. Falsamente se imaginan que los católicos vamos a la misa a crucificar de nuevo a Jesucristo. HAY QUE SABER QUE ESA ACUSACIÓN ES FALSA.

Cristo se entregó como Sacrificio en la cruz UNA VEZ PARA SIEMPRE. 
"Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más" -Romanos 6,9
La Eucaristía es Cristo, resucitado, glorioso, quien está en el cielo y se hace presente en el tiempo porque El no está limitado por la dimensión del tiempo. En la Eucaristía se unen la eternidad y el tiempo. Jesús murió en la Cruz una sola vez, pero su sacrificio es consumado en la Eternidad, lo toca todo, lo transforma todo. No se trata de una duplicación del Sacrificio ni de una reproducción. Mas bien Cristo, al hacerse presente en la Eucaristía nos pone en contacto consigo, que es eterno (fuera del límite del tiempo). Es por eso que al participar en la Eucaristía nos unimos a su único Sacrificio, a Su Cruz y nos beneficiamos de sus frutos de salvación. 
Cristo muere en la Cruz UNA SOLA VEZ, pero este acto redentor es eficaz sin límites de tiempo y se nos hace presente en la Eucaristía. De manera que no crucificamos a Jesús en la Eucaristía. Mas bien a Jesús lo crucificamos cuando pecamos ya que aquel sacrificio fue por nuestros pecados.
Para participar dignamente en la Misa debemos estar conscientes de que ofrecemos al Padre todo lo nuestro (nuestro ser, posesiones, tiempo, alegrías y tristezas, trabajo y descanso, sufrimientos, enfermedades, etc.) en unión al sacrificio de Cristo. La vocación del cristiano es hacer de su vida y de cada acto un sacrificio (una ofrenda de sumisión a Dios por amor) en UNIÓN con Cristo. 

"Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual". -Romanos 12,1 
"Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las
tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia". -Colosenses 1,24
De manera que el cristiano ya no vive para si mismo sino por, con y en Cristo. 
No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. -Gálatas 2,20 
María Santísima es el ejemplo perfecto de una vida entregada a Dios. Por su unión al sacrificio de su hijo en la Cruz cooperó estrechamente con nuestra redención. Ella nos ayuda a entregar nuestra vida como un sacrificio de amor. Totus Tuus.


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