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viernes, 6 de abril de 2012

EN LA CRUZ NOS ENCONTRAMOS CON LA VIDA



La oración que abre la celebración de hoy nos sitúa en el corazón del misterio que celebramos: "Jesucristo instituyó por medio de su sangre el misterio pascual". Como comunidad de discípulos de Jesús, nos reunimos para hacer memoria de la dimensión de humillación y dolor del misterio de la Pascua cristiana. En el centro de la celebración está Jesús, que fue apresado como un malhechor; juzgado y condenado como un blasfemo; ridiculizado y azotado como un esclavo; ejecutado en la cruz como un bandido. Como recuerda Pablo en la carta a los fieles de Filipos: "Se humilló, llevando su obediencia hasta la muerte de cruz". La memoria de Jesús muerto y sepultado la hacemos leyendo la Palabra de Dios, que nos ofrece las claves del misterio que celebramos; con la oración universal; con la veneración de la cruz, en la que Jesús nos reveló su amor hasta dar la vida; y la comunión con este Jesús, que entregó la vida por nuestra salvación. Pero en todo ese misterio ya sentimos un aire de liberación, porque Jesús, el cordero, no pierde la confianza y esperanza en el Padre.

Porque expuso su vida a la muerte, rehabilitó a todos.

El cuarto "cántico del Siervo" del segundo Isaías, afronta con gran realismo el sufrimiento y el rechazo de que es objeto por parte de los adversarios, hasta la victoria final. Aunque sigue sin determinarse la identidad del siervo, aparece claro el sufrimiento que tiene que soportaren su propia carne como consecuencia de la injusticia. Curtido en el dolor; desfigurado en su presencia y en su belleza, "no parece hombre". Fue arrancado físicamente de la tierra de los vivos; le dieron sepultura entre los malvados.

Su dolor no fue en vano: "Con sus cicatrices hemos sido sanados". El siervo inocente, al final verá la luz; rehabilitará a muchos, "porque cargó con los pecados de todos, e intercedió por los pecadores" (Is 53,12). No es difícil adivinar la presencia de los "cánticos del siervo" en los relatos de la pasión de Jesús, que nos han transmitido los evangelistas. Aquí se pone nombre al siervo: Jesús de Nazaret. Su pasión y su muerte son interpretadas en clave de salvación. En labios de Jesús pone Marcos estas palabras: El Hijo de! hombre "vino a dar la vida en rescate por muchos" (Mc 10,45). Su final tampoco fue un fracaso: "Luego de tres días resucitará" (Mc 10,34).


Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré.


La liturgia propone hoy la lectura de la pasión en la versión que nos ofrece San Juan. Su relato es una mezcla de información histórica y mensaje teológico. El evangelista ubica la pasión y muerte de Jesús en la "hora de pasar del mundo al Padre", como trance necesario.
La pasión es el segundo paso en el "camino de gloria". Momentos antes de salir con los discípulos camino de la "vía dolorosa", Jesús nos ofrece las claves de la lectura: "Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo" (Jn 17,1). En esta clave tenemos que leer hoy la pasión de Jesús que nos ofrece San Juan. Discurren paralelos, el dolor y la humillación del siervo que lava los pies; y el Señor que tiene autoridad sobre los poderosos de este mundo y sobre la muerte. Se trata de la "gloriosa pasión de nuestro Señor Jesucristo". Este contraste aparece en varios momentos del relato. Los que apresan a Jesús como a un bandido, son los que caen por tierra al oír: "Yo soy". A la entronización burlesca de los soldados, responde la proclamación de Jesús: "Yo soy rey"; y la presentación solemne de Pilato: "Aquí tienen al rey de los judíos"; ratificada por el letrero que ponen sobre la cruz. La verdadera entronización se produce al ser elevado en la cruz: "Cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32).

Miren el árbol de la cruz

Un momento importante de la celebración litúrgica de hoy es la veneración de la cruz. Para los discípulos de Jesús, la veneración de la cruz tiene el mismo sentido que la lectura de la pasión de san Juan. Lo refleja la aclamación que la acompaña: "El leño de la cruz donde estuvo colgado el Salvador del mundo". "El cual llevado a la consumación, se ha convertido para todos en autor de la salvación" (Heb 5,9). Los discípulos de Jesús rechazamos la cruz, en cuanto instrumento cruel de suplicio. La cruz la veneramos, en cuanto que es el signo donde Jesús entregó la vida para salvación del mundo. Es el signo que mantiene viva la memoria de que Jesús amó hasta entregar la vida. Veneramos, celebramos al que tuvo el gesto de amar de esta manera: Jesús de Nazaret. Lo que es glorioso no es la cruz, sino aquel que mostró su amor a la humanidad desde la cruz.

Cristo padeció por nosotros, sigamos sus huellas.

Sería bueno, que hoy hiciéramos memoria de la muerte de Jesús, celebrando su Pasión. Comulgar no sólo su Cuerpo Sacramentado, sino también comulgar de su dolor, agonía, sufrimiento, pasión y muerte. Comulgar con Jesús humillado, maltratado, muerto, significa tomar sobre nuestros hombros nuestra cruz y compartir con tantas personas que como Jesús son injustamente condenadas, violentamente agredidas por los amos del poder, y en muchos casos vilmente asesinadas. De esta forma, entramos en la dinámica liberadora de la muerte de Jesús, y colaboramos a que muchas personas resuciten a una vida feliz. No existen dos caminos: "vía crucis" y "vía de luz". Uno es el camino, con estación fuerte en el Gólgota, pero con reinicio glorioso tras el final feliz al alborear de Pascua. Como pionero, Jesús fue el primero en hacer todo el camino. A nosotros sus discípulos nos toca seguir ahora sus huellas. 


LOS ESTIGMAS, DESCONCERTANTES SIGNOS DE LA PASIÓN DE CRISTO

Entrevista con el catedrático de espiritualidad Tito Paolo Zecca





Desde Francisco de Asís (primer santo de la historia en que se ha podido comprobar este fenómeno) hasta el beato Pío de Pietrelcina (uno de los últimos casos) se han dado unos 250 casos de personas con estigmas, en la mayoría de los casos con comprobación científica. Pero, ¿qué significan esas llagas dolorosas en las manos y en los pies de personajes que en algunos casos, con su espiritualidad, han cambiado la historia del mundo y del cristianismo?

Para comprender mejor el debate, Zenit ha entrevistado al padre pasionista Tito Paolo Zecca, profesor de Teología pastoral y espiritualidad en la Universidad Pontificia de San Juan de Letrán y en el Ateneo Pontificio Antonianum de Roma. Este catedrático, que ha dedicado investigaciones y libros al argumento, es uno de los máximos expertos mundiales en la materia.

Acaba de presentar sus últimos descubrimientos en una conferencia dictada sobre «El Crucifijo de la Sábana Santa y las personas con estigmas» en el centro de Sindonología del Caravita, en Roma (http://www.sindonologia.it). 

--Zenit: ¿Cuál es el significado de los estigmas?

--Tito Paolo Zecca: En el misterio de la resurrección de Jesús, el Evangelio muestra cómo no han quedado canceladas su llagas. Los estigmas representan un signo de lo que sufrió Cristo durante la pasión, y por tanto constituyen un dato teológico en el que hay que profundizar mucho más de lo que hemos hecho hasta ahora. En el Evangelio de Juan, cuando Jesús entra en el Cenáculo con las puertas cerradas y saluda a los discípulos, muestra los estigmas para identificarse. A santo Tomás le dice: «Mete tu dedo en mi costado». La consternación de los apóstoles es también un hecho revelador de este misterio. Este fenómeno muestra la eficacia de la salvación de Cristo en la Cruz y permanece de manera particular en el signo de los estigmas, convirtiéndose en un dato distintivo de la eficacia redentora y salvadora de la fe. 

--Zenit: Ha habido 250 casos de santos y beatos que han tenido los estigmas. ¿Cuál es el significado histórico de este signo? 

--Tito Paolo Zecca: Es un dato particular de la espiritualidad y de la mística occidental. A partir de san Francisco, hemos tenido un número significativo de santos y beatos que han vivido la experiencia desconcertante de la reproducción en su cuerpo de los estigmas de Cristo. Hasta ahora, la investigación ha subrayado el carácter de configuración e imitación de Jesús, que surge de la intensa relación personal que han mantenido con él estas personas. Sin embargo, se ha analizado muy poco el papel que estos santos y beatos han desempeñado en la Iglesia. No se ha reflexionado suficientemente en la misión particular que está ligada a los estigmas.

--Zenit: ¿Puede poner algún caso concreto?

--Tito Paolo Zecca: Por ejemplo, san Francisco de Asís recibió los estigmas cuando todos sus proyectos de santidad --fundación de la Orden, aprobación de la regla primitiva, viaje a Palestina-- habían fracasado. Se encuentra solo y abandonado. La configuración con el Crucificado le consuela, pero al mismo tiempo el sufrimiento de los estigmas se convierte en un bien para su Orden y en un mensaje para toda la Iglesia.

El sucesor de san Francisco, Fray Elías, entendió el significado de los estigmas y así lo subrayó en la carta que dirigió a todos los fieles. 

Este mismo mensaje y misión de los estigmas puede constatarse en Santa María Magdalena de Pazzi y en santa Catalina de Siena. En el siglo que acaba de concluir esta misión se constata con claridad en personajes como santa Gemma Galgani (fallecida en 1913), el beato padre Pío de Pietrelcina (1887-1968), y Marthe Robin (mística francesa fallecida en 1981 de quien se están estudiando sus escritos antes de emprender el proceso de beatificación).

Marthe Robin se ha hecho conocida después de que el famoso escritor Jean Guitton escribiera el libro «El viaje inmóvil» Durante cuarenta años esta mujer estuvo sin moverse en su lecho. Al igual que Gemma Galgani y Pio de Pietrelcina, ha dado vida a muchísimos grupos de espiritualidad y oración en todo el mundo.

--Zenit: ¿Qué es lo que experimenta quien recibe los estigmas de la paisión de Cristo?

--Tito Paolo Zecca: Se trata de una experiencia de alegría y dolor. El Señor es siempre el que toma la iniciativa. Los destinatarios de los estigmas consideran esto como una inmensa gracia, de la que no se sienten dignos. De hecho piden al Señor que se la quite, pues se avergüenzan. Esta actitud es evidente en el padre Pío. El beato de Pietrelcina muestra claramente cuál es la misión de quien lleva los estimas. El padre Pío funda grupos de oración y la Casa de Alivio del Sufrimiento (un gran hospital), realizando una obra concreta para aliviar los sufrimientos físicos. Además, a través de la oración, profundiza en la capacidad de intercesión de las personas unidas a quien padece los estigmas que renueva el mundo, lo salva y lo protege.

--Zenit: Pero, entonces, ¿por qué da el Señor esta «gracia» a ciertas personas? 

--Tito Paolo Zecca: La respuesta está precisamente en su misión. Es un servicio que la Iglesia necesita en un momento particular de su historia. Es como un signo profético, un llamamiento, una dato sorprendente capaz de recordar a los hombres las cosas esenciales, es decir, la conformación con Cristo y la salvación de Cristo que con sus llagas nos ha rescatado.

En cierto sentido, todos nosotros llevamos los estigmas, pues con el bautismo estamos sumergidos en la vida de Cristo, que nos permite participar en el misterio pascual de su muerte y resurrección. En su pequeñez, cada uno de nosotros lleva los estigmas. Si los lleva con espíritu de fe, esperanza, valentía y fortaleza, estas llagas, que pueden ser purulentas y que no cicatrizan nunca, pueden servir para curar a los demás. 

En definitiva, los estigmas representan la aceptación consciente de la Cruz vivida espiritualmente.